Nota del Transcriptor:
Errores obvios de imprenta han sido corregidos.
Con la intención de conservar el texto original, signos de interrogación y exclamación no se usan al principio de la mayoría de las preguntas y exclamaciones respectivamente.
Páginas en blanco han sido eliminadas.
ABEL SÁNCHEZ
UNA HISTORIA DE PASIÓN
IMP. JOSÉ POVEDA.—PRÍNCIPE, 24.—MADRID
POR
MIGUEL DE UNAMUNO
RENACIMIENTO
SAN MARCOS, 42
MADRID
1917
Al morir Joaquín Monegro encontróseentre sus papeles una especie deMemoria de la sombría pasión que lehubo devorado en vida. Entremézclaseen este relato fragmentos tomadosde esa confesión—así lo rotuló—, yque vienen a ser al modo de comentarioque se hacía Joaquín a sí mismode su propia dolencia. Esos fragmentosvan entrecomillados. La Confesióniba dirigida a su hija.
No recordaban Abel Sánchez y JoaquínMonegro desde cuándo se conocían. Eran conocidosdesde antes de la niñez, desde la primerainfancia, pues ya sus sendas nodrizasse juntaban y los juntaban cuando aun ellosno sabían hablar. Aprendió cada uno de ellosa conocerse conociendo al otro. Y así vivierony se hicieron juntos amigos desde nacimientocasi, más bien hermanos de crianza.
En sus paseos, en sus juegos, en sus otrasamistades comunes, parecía dominar e iniciarlotodo Joaquín, el más voluntarioso;pero era Abel quien, pareciendo ceder, hacíala suya siempre. Y es que le importaba más[10]no obedecer que mandar. Casi nunca reñían.«Por mí como tú quieras...!» le decía Abel aJoaquín, y éste se exasperaba a las veces porquecon aquel «como tú quieras...!» esquivabalas disputas.
—Nunca me dices que no!—exclamabaJoaquín.
—Y para qué?—respondía el otro.
—Bueno, este no quiere que vayamos alPinar—dijo una vez aquel cuando varioscompañeros se disponían a un paseo.
—Yo? pues no he de quererlo...!—exclamóAbel.—Sí, hombre, sí; como tú quieras.Vamos allá!
—No, como yo quiera, no! Ya te he dichootras veces que no! Como yo quiera no! Túno quieres ir!
—Que sí, hombre...
—Pues entonces no lo quiero yo...
—Ni yo tampoco...
—Eso no vale—gritó ya Joaquín.—O conél o conmigo!
Y todos se fueron con Abel, dejándole aJoaquín solo.
Al comentar éste en sus Confesiones tal[11]suceso de la infancia, escribía: «Ya desde entoncesera él simpático, no sabía por qué, yantipático yo, sin que se me alcanzara mejorla causa de ello, y me dejaban solo.Desde niño me aislaron mis amigos».
Durante los estudios del bachillerato, quesiguieron juntos, Joaquín era el empollón, elque iba a la caza de los premios, el primeroen las aulas y el primero Abel fuera de ellas,en el patio del Instituto, en la calle, en el campo,en los novillos, entre los compañeros.Abel era el que hacía reir con sus gracias y,sobre todo, obtenía triunfos de aplauso porlas caricaturas que de los catedráticos hacía.«Joaquín es mucho más aplicado, pero Abeles más listo... si se pusiera a estudiar...» Yeste juicio común de los compañeros, sabidopor Joaquín, no hacía sino envenenarle el corazón.Llegó a sentir la tentación de descuidarel estudio y tratar de vencer al otro en elotro campo, pero